Lingüistas, por Mario Benedetti

    Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
    De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
-¡Qué sintagma!
-¡Qué polisemia!
-¡Qué significante!
-¡Qué diacronía!
-¡Que exemplar ceterorum!
-¡Qué Zungenspitze!
-¡Qué morfema!
     La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: -cosita linda-


Capricho






Yo siempre te quiero escribir
quiero que de mis manos chorree tinta azul
y que tu boca descripta, marque besos
en versos que hagan ruido y silencio.
Yo siempre te quiero y quiero tus manos
otra vez en mí.
Que tu corazón en mi palma haga una canción
que tu perfume y el mío, tengan conexión.

Yo siempre escribirte quiero
-quiero leerte y escribirte-
quiero inventarte en el papel
calcar la forma de tus ojos
tu boca semiblanda
tu pelo ensortijado
tus ojos arañados y lindos,     simples
contrarios a vos.

Yo siempre quiero que te acerques
sentir tu aliento en mi mejilla izquierda
verte claro y frágil, contagiarte mi frío
y que me llenes de calor.
Tocar tus rulos  -quiero sentir-
tus labios, también quiero.
Hoy me encapriché con tus brazos...
y otra vez quiero que me robes un beso tierno,
otra vez ... (¿te llamo?)

Te quiero en esta noche sin luna
donde un abismo con lluvia se abre ante los dos
donde las gotas lavan tu cara y la mía
donde una risa infinita nace para vos.

Te doy mi corazón para que lo veas
podés abrirlo en dos, comerlo si querés
masticarlo también,
ya nada importa.
Quiero ver cómo se ve tu cara
con mi corazón en tu boca,
Es probable que haya sangre
que ahora seas vos el que chorree líquido,
y yo tal vez, te vea tentada de risa, y
quizás, también lo disfrute.
Sufrir más por amor ya no viene a cuento.

Te doy mi corazón para que lo marques con dientes
y así tenés un trozo mío en vos y de vos,
queda algo en mí.
Yo siempre quiero escribirte y ver cómo
las líneas de tus gestos bailan una grata canción.
Quiero escribirte
y llamarte, otra vez, en esta noche sin luz,
para darte frío y que me des calor.
Siempre te estoy escribiendo,
siempre
nunca
acabo...

                      Bris!
      

Poema 17



Amor, amor, catástrofe.
¡Qué hundimiento del mundo!
Un gran horror a techos
quiebra columnas, tiempos;
los reemplaza por cielos
intemporales. Andas, ando
por entre escombros
de estíos y de inviernos
derrumbados. Se extinguen
las normas y los pesos.
Toda hacia atrás la vida
se va quitando siglos,
frenética, de encima;
desteje, galopando,
su curso, lento antes;
se desvive de ansia
de borrarse la historia,
de no ser más que el puro
anhelo de empezarse
otra vez. El futuro
se llama ayer. Ayer
oculto, secretísimo,
que se nos olvidó
y hay que reconquistar
con la sangre y el alma,
detrás de aquellos otros
ayeres conocidos.
¡Atrás y siempre atrás!
¡Retrocesos, en vértigo,
por dentro, hacia el mañana!
¡Que caiga todo! Ya
lo siento apenas. Vamos,
a fuerza de besar,
inventando las ruinas
del mundo, de la mano
tú y yo
por entre el gran fracaso
de la flor y del orden.
Y ya siento entre tactos,
entre abrazos, tu piel,
que me entrega el retorno
al palpitar primero,
sin luz, antes del mundo,
total, sin forma, caos.

                                  Pedro Salinas (en La voz a ti debida)