12
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra se arrodilla
eso hicimos tú y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo, ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.
26
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡Tenías que estrellarte o abatirme!...
¡No podía ser!
Tú eras el Océano, y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡Tenías que romperte o que arrancarme!...
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No podía ser!
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra se arrodilla
eso hicimos tú y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo, ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.
26
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡Tenías que estrellarte o abatirme!...
¡No podía ser!
Tú eras el Océano, y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡Tenías que romperte o que arrancarme!...
¡No podía ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No podía ser!
(Sí. Todavía te encuentro en los versos.)