Se encuentra aislada, aturdida, ciega y sorda en el camino que le tocó transitar. No sabe, no quiere comprender por qué razón el destino fue tan cruel con ella. Sólo espera, no sabe con precisión qué, pero no vacila al mirar la hora del sol. Se acuesta, y se obliga a soñar con su recuerdo. No puede encontrar un remedio ante esa soledad del alma, fría y desamparada. Sabe que desde lejos él la mira, y no sabe qué hacer. Cree volverse loca, quiere llegar a él, ser más que un objeto sin vida, quiere amar con más que los ojos, está al borde de la desesperación. Sabe que le es imposible tocarlo con los dedos, pero conoce la verdad de su mirada; intenta ser más fuerte que esa pasión que la domina en alma y cuerpo, cree que no es imposible llegar a él, pero sólo es porque aún no descubrió el secreto que esconden sus labios.

10 de noviembre de 2009, 21:40
Siempre valen la pena las ilusiones, por muy pequeñas que sean... Bonito blog, saludos!